El ejercicio del periodismo tiene efectos. Unos más inmediatos y otros menos. El caso es que cuando un periodista ejerce su función, la de informar y hacerlo desde una base deontológica, su labor suele tener una repercusión positiva para la sociedad. Esto sigue siendo una realidad, pese a que en estos tiempos la figura del periodista se ve difuminada entre las de otra serie de personas que se dedican a colgar fotos, bromas u otra serie de cuestiones. Y no es que para ser periodista haga falta ser diplomado o graduado, puede haber un buen periodista sin carrera, pero en mi opinión, nunca será periodista quien, por muchos títulos que tenga, no se atiene a la deontogolía, la ética o unos principios o valores esenciales y humanos.
Pienso que siempre y hoy también el periodismo ha tenido, y tiene un papel en nuestra sociedad, pese a quien pese y moleste a quien moleste, porque en muchas ocasiones quienes más odian al periodista son aquellos que le ven como rival o que le envidian, precisamente por ser un profesional que ayuda a la sociedad a ver, enterarse, informarse, abrir los ojos y en muchas ocasiones despertar de ilusiones vanas que unos y otros crean con el propósito de lucrarse o beneficiare de un modo u otro, por medio de la confusión de los demás.
Por otro lado estoy a favor del periodismo positivo, el que da a conocer las cosas buenas y promueve los valores en pos de la armonía y estoy en contra de la generación de odio, controversia, división, enfrentamientos y cuestiones negativas que perjudican a las sociedades. Antes del "divide y vencerás" prefiero optar por "la unión hace la fuerza".