Estamos en un punto de inflexión. En un momento neutro, un tiempo de gran incertidumbre, temor y tensión por el virus que amenaza al mundo.
Hacen falta equipos de protección individual (EPIS) pero también material sanitario y equipos como los respiradores y los muy necesarios test para diagnosticar las personas con esta enfermedad.
La atención principal parece que se centra en que la gente se quede en casa y en algunos que incumplen este exigencia o que hacen cualquier cosa para llamar la atención.
Estamos centrados en el presente pero hay un futuro, y también hubo un pasado. El antes, más o menos correcto ya no se puede solucionar pero se puede tener en cuenta que en el futuro también emergerán las repercusiones sociales, psicológicas y económicas. Las dos primeras pienso que se han sufrido desde el inicio y las seguimos alimentando.
Hay personas con estrés, otras depresión o ansiedad, también hay quien ha experimentado un bajón o cierto impacto emocional. En mi caso he de reconocer, sobre todo al inicio, cuando pasaron varios días sin salir de casa, al pasar por el centro, me produjo un impacto la imagen y frialdad de la situación. La necesaria separación de personas, el temor manifiesto, algunos con mascarilla y todos evitando cualquier tipo de cercanía. Esto claro cuando estaban realizando compras esenciales por la mañana. No me causó tanto impacto ver las calles vacías porque ya venía acostumbrado de este invierno que .